La insoportable agonía se apoderó de lo que quedaba de los recuerdos torturados por el Alzheimer del capitán Filipo. Finalmente llegaba el barco a las orillas de la costa de Mallorca, ciudad que le vio nacer y que padece del mismo mal que aqueja al alguna vez temerario capitán. La nave traía consigo relatos de un viaje que había sido olvidado. Al parecer las ganas de morir ya habían vencido a cualquier enfermedad o voto de silencio que pudo haber guardado el despiadado pirata.
"No me arrepiento de haber robado y asesinado a tantos imbéciles que se atrevieron a desafiarme... O no, jeje. Tampoco me arrepiento de haber sido un artista, mis obras fueron hechas con sangre y por supuesto, bañadas con agua salada. De lo único que me arrepiento es de haberme enamorado de la mujer que me hizo esto, la que me abandonó... O que las circunstancias me obligaron a abandonar". Los ojos del capitán se cerraron y dio su último aliento. El mar se llevó todo lo que el capitán destruyó y lo que no pudo destruir... El capitán está lejos del mar.