domingo, 19 de junio de 2011

Lucy in the Sky with Diamonds

  Abril de 1978, suena Led Zeppelin en el radio de papá, "la guitarra hipnotizante de Dazed and Confused llena la habitación de un color naranja con rayas púrpura." decía mi papá luego de dos gotas de ese potecito medicinal que estaba arriba de la chimenea, "fuera del alcance de los niños".

  Yo no sabía cómo mi padre veía todas esas cosas en la sala, realmente yo solo oía a Jimmy Page haciendo un majestuoso solo con el arco de un violín, rozando las cuerdas de su Gibson Les Paul.

  -¡Oye, pa! - le grité.
  -¿Qué pasó, pollita groovy?

  Así me decía mi papá, un hippie con el cabello rubio, cuyas puntas rozaban su cintura, y sus lentes azules y redondos que le daban un aspecto de John Lennon con agua oxigenada, digamos un Rick Wakeman con anteojos.

   -¿Qué es ese gotero de ahí? - dije apuntando al pote ya mencionado.
   - ¡Nada! ¡Es un remedio!... para... ¡Para la tos! ¡No te lo tomes! - respondió de manera bastante curiosa.
   -Está bien.

  Pero, no podía dejar de pensar en cuál era la razón por la que el viejo lo tomaba todos los días, con Pink Floyd, con Gentle Giant, Emerson, Lake and Palmer... Y la que más le causaba emoción: "Lucy in the Sky with Diamonds". "Tan simple, pero tan fantástica", decía mientras reía desquiciadamente, y además jugaba con una de las piezas de diamante de una artesanía que perteneció a Syd Barrett.


  Decidí fingir tos, pero me dio otra cosa cuando le dije que necesitaba del gotero.

  -No, no... Es un remedio para... para la "Esternocleidomastoideosis".

  Como no sabía qué rayos era eso, al parecer se había salido con la suya el señor groovy.

   A las 3:27 a.m., lo recuerdo exactamente busqué el estúpido pote. Ya estaba harta y la tentación me llamaba poco a poco. Ansiosa, me acerqué al gotero.

  Encendí la radio y tomé seis gotas del líquido, sonó justamente "Lucy in the Sky with Diamonds".

  El cuarto, totalmente oscuro, vio una luz salir de un hilo de una bata que estaba sobre el sofá. Su brillo iluminó las paredes y, en cuestión de minutos, la habitación se bañó de aguas del Arco Iris.

  -Lucy in the Sky with Diamonds. - cantaba sobre las nubes rojas y verdes que flotaban sobre un cordero de tres cabezas que danzaba con desgano.

  Un animal de 7 metros se paró frente a mí y me tuve que enfrentar a él. Ya no sonaban los Beatles, sino "Knife Edge" de ELP. Con un sable corté el brazo de la bestia y caí rendido sobre el mar y dormí con los peces en un arrecife coralino.

  -Pero ¿Estás bien, Lucy? - preguntó un ángel.
  -Mientras esté aquí con mis diamantes todo estará bien, Ringo.

  Desperté en el hospital junto a una cama donde estaba mi papá, quien tenía una grave cortada en su mano izquierda.

  -Esto... ¿Fue mi culpa, pa?
  -No, hija...  Fue el maldito diamante de Syd Barrett.

La Cuaima de León

  Las llamas arden en las calles y el pueblo, prisionero del miedo, se enfrenta ante la opresión de la revolución más sangrienta que ha visto nuestra nación.

  Comandados por el general Evaristo Rodríguez Peraza, los insurgentes se enfrentan ante el presidente de turno Pedro Melquiades León.

   -Quiero ver a León muerto, una bala en el pecho basta, pero ese hijo de perra se merece una bola de tiros.- exclamó Rodríguez Peraza a sus soldados.

   Las fuerzas revolucionarias que se enlistaban bajo el mando del general, conocido como "el galán franchute", debido a su cualidad de seductor irresistible y su dominio del francés; más que por convicción servían por el miedo. La figura de Rodríguez Peraza "asustaba al más diablo", no por su fealdad, sino por su frialdad.

   El palacio de gobierno, en el centro de la ciudad, era el objetivo del general, y más que el poder, lo movían la envidia y la lujuria que Luisiana Domínguez de León, primera dama, provocaba sobre el "galán franchute".

  Luisiana Domínguez de León, es lo que vulgarmente llamaríamos "la cuaima", una mujer de 1,60 m, de figura sensual, labios rojos, ojos azules como el cielo y cabellos rubios como el sol que se alza sobre su esplendor cerúleo. Sin ninguna intención, se convertía en la mujer más hermosa y más peligrosa del país.

  -¡Oligarcas, temblad! - gritaban los revolucionarios a las puertas del palacio.

  El caos inundaba en aceite el paisaje que alguna vez fue considerado lo más bello de toda América en términos arquitectónicos y urbanísticos. Pronto ese aceite encendería las llamas cuando cayera frente a Luisiana, su esposo, Pedro Melquiades.

  La primera bala impactó en la mano izquierda del mandatario, la sangre y la carne hacían pinturas al óleo en el suelo de su oficina de gobierno. Luego de ese fuerte disparo, obedeciendo las palabras del "galán franchute", una cascada de plomo destruyó cualquier señal posible de vida del presidente León. Fue como si cada parte del cuerpo del hombre se tornara de plomo, un magnicidio donde la piel era transmutada en metal, bajo los tiros de armas de la alquimia transmutadora.

  Ipso facto, apareció en escena el malo de la película, quien con sus encantos se acercó a seducir a Luisiana.

  -Apártate de mi vista, bestia inmunda. - dijo sin dudar dos veces "la cuaima",

  Solos en la habitación, Rodríguez Peraza trató de desvestir a la primera dama, pero carácter de la mujer venció ante la opresión del militar libidinoso.

  Y con una patada en los genitales y un balazo entre las cejas, Domínguez de León se asomó al balcón del palacio desde donde arrojó el cadáver  del inservible desgraciado que alguna vez fue el hombre más temido de la nación.

  -¡Aquí tienen a su héroe! - exclamó ante la multitud y sin más que decir se retiró a los interiores del palacio.

jueves, 9 de junio de 2011

Rosa, Caperuzza Rosa

- ¡Rosa! ¡Rosa! ¡Rosa!
- ¿Qué pasó mamá? ¿Por qué tanto alboroto?
- Necesito que le lleve urgentemente esta cesta a su abuela. Usted ya sabe dónde vive, así que vaya y venga sin que nadie la detenga.

- Y así fue como llegué aquí, señor... Me parece que no me ha dicho su nombre.
- ¡Oh! Qué descortés de mi parte, mi nombre es Eugenio.
- ¿Eugenio a secas?
- No no, Eugenio Villalobos.
- ¿Lobos? ¿Dónde?
- No, Villalobos. Ese es mi apellido.

  Eugenio era un caballero cortés, pero con un aspecto desaliñado que no se lo quitaba nadie. Cabellos y barba largos y desgreñados, usaba un elegante traje, poco común para andar por el bosque si me preguntan, un sombrero de copa y un monóculo que desentonaba con sus ya descritos atributos, principalmente faciales, y mientras hablábamos noté una cola del mismo colo de su pelaje, digo pelo, salir de su pantalón.

- Señor Villalobos, un gusto en conocerle, yo soy Rosa Caperuzza, pero me puede llamar Rosita.
- Está bien, Rosita. Si me disculpas, tengo asuntos importantes que atender.
- Claro, señor Lobos.
- Villalobos, es Villalobos.

  En ese momento, el señor Lobos se retiró de una manera muy peculiar, colocó sus brazos en el suelo como si fuese a gatear, pero cual galope de purasangre, de mi vista se logró alejar.

  Seguí mi camino para llegar a donde vive mi abuela Nana, corrí por entre los árboles y reí con el "Cruac" de las ranas, cantaban como en los discos de jazz que escuchaba mi papá, pero que mi madre botó por una razón que no logro recordar... ¡Los discos! Mi papá aún está en la casa, seguro estará rascándose la panza, como dice mi mamá.

- ¡Abuela Nana! ¡Abuela Nana! - grité desde la cerca del jardín de mi abuelita.

  Como nadie respondió, luego de cinco minutos pasé y vi a mi abuela en su cama, con aspecto bastante anormal.

-  Abuela, se ve rarísima ¿Se siente bien?
- Ujuju, claro que sí, Rosita ¿Y eso que vino a vistar a su abuela? - respondió con un tono muy masculino.
- ¿De verdad? Suena como un hombre, abuela. - le dije sin miedo.
- ¿Qué es esa falta de respeto, mija?

 No cabía duda, era un hombre haciéndose pasar por mi abuela. En ese momento, recordé que había leído una historia de una niña que iba a casa de su abuela y esta era reemplazada por... ¡UN LOBO!

- ¡Eugenio! - grité.
- ¡No! ¡Es el leñador transvestite! - dijo Eugenio, quién entró de súbito.

  Y así fue como "el lobo" descubrió que la abuela era un leñador transexual.