sábado, 18 de enero de 2014

Una fábula incompatible

Cierta vez en el bosque conversaban la vaca y el león; dos animales que nada más podrían estar tramando algo juntos en una fábula.

—Precisamente por eso cuestiono la finalidad de la moraleja—decía la muy analítica vaca.
—Claro—respondía el león—. Es una estupidez decirle a la gente lo que tiene que hacer mediante unas rimas que ya están pasadas de moda.
—Nada más desactualizado que la rima consonante.

Ambos rieron.

En ese momento, apareció de entre los arbustos un pequeño Cocker Spaniel. Al encontrarse con el león cara a cara, comenzó a gemir por el miedo que le provocaba tan imponente criatura. El llamado rey de la selva se sintió culpable y le dijo al perro:

—Pequeñín, no temas. Estás en una fábula... y en las fábulas todos los animales somos amigos.
—Guau—le replicó el cachorro.
—Y hablamos.
—Guau—ladró una vez más.


La vaca y el león se miraron trágicamente y le pidieron al perro que esperara. Ya el cachorro parecía haber superado el miedo de estar frente al glamoroso felino, pero ahora le inquietaba que los otros animales pudieran articular palabras. Se sentía como Pluto rodeado de animales antropomórficos capaces de hablar. El verbo no es una habilidad común entre las especies no-humanas.

—¿Qué le pasa a este perro?
—Te juro que no entiendo nada— dijo la vaca.

De pronto, las palabras del león se tornaron poco a poco en fieros rugidos.

—¿León? —preguntó la vaca.
—Rawr— dijo el león.

Y tanto la vaca como el Cocker Spaniel comprendieron que la historia ya había dejado de ser una fábula. Como si fuese obra de la magia infinita que nos rodea, el instinto animal superó al intento de  la literatura y el naturalismo se apoderó de todos.

Moraleja: Guau. 

miércoles, 15 de enero de 2014

El Lobo y la Luna

Definitivamente es la luna. Cuando se vuelve oscura, aunque el lobo aúlle durante las noches en que se camufla con la penumbra, así se queda.

De pronto, deja ver un destello sereno y majestuoso de su plateado rostro y poco a poco el lobo la puede volver a ver a sus preciosos ojos, pero tan solo por un par de noches, en las que el mismo plenilunio le ahoga entre esas mareas que se vuelven iracundas con las lágrimas mudas e invisibles del lobo, y sus lágrimas en forma de hojas.

Su cara se desvanece del cielo y vuelve a ese mimetismo con la oscuridad; el lobo aúlla en búsqueda de ese rostro argénteo, pero otra vez deberá esperar a que ella salga vestida de luz y rogar porque las aguas no se encarguen de ahogarle de nuevo.

Y para qué sufrir tanto, se pregunta el lobo, si para él, que está atado a la tierra, no hay manera de surcar los cielos e inclinarse frente a su inmensidad, siquiera para secar sus lágrimas... pues, para nada, pero su instinto le hace seguir aullando.

Cuatro letras tiene Lobo,
cuatro letras tiene Amor,
cuatro letras tiene Luna,
cuatro letras tiene Nada
y cuatro letras no son.