martes, 31 de mayo de 2011

Manual del Sicario

  Sangre, sangre, sangre; todo mi abrigo bañado en sangre, sangre que no es mía. Ser un asesino a sueldo no es fácil.

  No cualquiera puede ser un sicario, resulta complicado trabajar a diario, recibiendo pedidos y ajustando un calendario. No cualquiera puede ser un sicario.


  Y en la noche, el sueño es un tormento, pesadillas marcadas por recuerdos, canciones tristes en coro de las voces de mis muertos. Y las horas se pasan con miedo al mañana y el aroma de esas pobres almas que caerán ante mis balas, corazones que apuñalar y en fin, trabajo de la cotidianidad.


  Para ser un sicario hay tres cosas que deben recordar; jamás temerle a la realidad, convertir tu vida en un arma y las dos anteriores no olvidar. No creas en nada, la calma y la bulla pueden ser tus mejores aliadas, y en el mejor de los casos, te entretendrás mientras trabajas. Una vez me encargué del enfrentamiento entre dos hermanas que acabaron por contratarme al mismo tiempo ambas.


  Ser un asesino a sueldo es terrible, si te estás metiendo en este mundo, no lo consideres una opción muy factible, factible en cuestiones de sueldo, de paso puedes acabar muerto, la mente, como dicen, domina al cuerpo y con esta "profesión" es muy simple perder lo cuerdo.


  Este negocio es tan poco rentable, que la parte de "a sueldo" parece sobrarle. Sinceramente, el sueldo mínimo es más alto que lo que este trabajo pague. Ya sé qué están pensando, creen que matar paga mucho, pues están equivocados, por lo menos en mi caso. Yo asesino de una manera poco convencional, asesino con mi redactar.


  Asesino al arte todos los días y me pagan miserias por estas tonterías. ¡Ah! Ahora sí lo ven, no es lo que creían. En efecto, escribiendo esto estoy matando a este texto, buscando causar un poco de descontento.


  Pesadillas, pesadillas, tan familiares como Winston Vallenilla... Sí, eso era un chiste para llenar media cuartilla. Pero, en realidad pesadillas, atormentan la mente de un escritor mediocre que no le importa pasar su vida matando a su arte y al arte del hombre.


  Y los fracasos, inundan ese lugar donde están los recuerdos que no son escasos y me matan muerto, como diría Rosales que tampoco es muy cuerdo.

*Este manual fue escrito por alguien que logró hacer arte, al intentar matar al arte. La historia de un hombre con una autoestima enterrada en el subsuelo de sus pensamientos densos, densos como el mismo océano y tristes, tristes como los ojos llorosos de Cristo crucificado... Bueno, bueno, tampoco es para tanto.*

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