martes, 17 de enero de 2012

La Panadería de João

  -Aló, Josefina -dije apenas noté que el teléfono dejó de repicar-. Mira, amiga, quiero que...

  Antes de que pudiese terminar de explicarle a mi querida amiga Josefina, me interrumpió la voz de un portugués.

  -No, no, ameiga - replicó el hombre-. Eshta esh la panadería de João. Creo que eshtá equivocada.

  -¿Habla João?

  -Sim, soy eu meishmo - exclamó bastante animado-, ¿intereshada en el shervicio du caneilla delivery?

  "¿Canilla delivery?", me pregunté mentalmente mientras pensaba qué rayos hacía yo hablando con este... este... uish, ¡maloliente!

  -No, no, no - negué tres veces como Pedro-. Muchas gracias.

   Y colgué. Qué loco eso, ¿no? Yo solo quería hablar con Josefina, y aparece João "Du Gouveia" a ofrecerme la canilla... Es que se perdió el respeto, vale.

   A los pocos minutos sonó el teléfono. Debía ser Josefina. Yo sé que su sexto sentido y su intuición femenina la debieron hacer entender que yo estaba intentando comunicarme con ella. Atendí el aparato y dije con mucho cariño:

  -Aló, Josefina. ¿Cómo estás, chica? Yo sabía que me ibas a llamar. Es que tú y yo estamos conec...

  -No, panadería de João - escuché del altavoz-. Para confirmar el pedido de la caneilla delivery.

  -¿Qué canilla delivery, vale? -grité.

  -¿Ushted no acaba de llamar, poish?

  -¡Jódase, portugués! -exclamé con ira.

  Y colgué. Es que de verdad, parece de Herbalife el João ese.

  Y sonó el bendito teléfono otra vez.

  -¡QUE NO! ¡NO QUIERO NINGUNA CANILLA!

  -Camila, pero si es Josef... - apenas logré escuchar y tranqué.

  ¡Ya! No tenía paciencia para hablar con nadie. Ni siquiera con Josefina.

La extrema izquierda

  El aire olía a gasolina con un inconfundible perfume de fritanga de arepera socialista. Era horrible. No, era  Caracas.

 -Epa, primo - dijo un niño que se acercó a Felipito en el parque del este.

 -Hola, maracucho. ¿Qué más?

 -¿Maracucho? - exclamó sorprendido el muchacho- ¡Qué molleja! Si yo soy es gochito.

  Era la vaina más rara con la que se topó Felipito esa tarde.

 -¿Un gocho maracucho? - preguntó Feli.

 -En parte sí, primo - se aclaró la garganta y dijo -. Usted me entiende.

  "¿Qué vaina es esta?", pensó el niño caraqueño. La confusión se esparcía como el humo que sale de los tubos de escape de las camioneticas que llenaban el ambiente de la capital de la esencia de la vida... de la vida sucia a la que están sometidos los ciudadanos día a día. Por supuesto, que esta porquería no la cavilaba el pequeño Felipito... "¿Qué coño es este 'maragocho'?".

  -Ok, eres gocho, pero eres maracucho. Explícame, chamo, porque no estoy entendiendo un carrizo. Pareces la asamblea... un despelote - repetía Felipe frases de su madre, una señora opositora rajada.

  -¡Molleja! No sea bruto, primo. Soy gocho porque nací en Rubio, pero vivo en Maracaibo.



  - ¡Ah! Ya entendí, mi pana.

   El carajito era el venezolano de occidente radical. ¿La extrema izquierda? Un 2.0. Una vaina loca que combinaba los Andes con el Zulia... y de paso...

   -¿Y cómo te llamas, bro?

   -Pedro.. pero todo el mundo me dice "guaro".

  ¿La globalización? Ya acá tenemos suficiente cultura como pa andá combinando.