martes, 17 de enero de 2012

La extrema izquierda

  El aire olía a gasolina con un inconfundible perfume de fritanga de arepera socialista. Era horrible. No, era  Caracas.

 -Epa, primo - dijo un niño que se acercó a Felipito en el parque del este.

 -Hola, maracucho. ¿Qué más?

 -¿Maracucho? - exclamó sorprendido el muchacho- ¡Qué molleja! Si yo soy es gochito.

  Era la vaina más rara con la que se topó Felipito esa tarde.

 -¿Un gocho maracucho? - preguntó Feli.

 -En parte sí, primo - se aclaró la garganta y dijo -. Usted me entiende.

  "¿Qué vaina es esta?", pensó el niño caraqueño. La confusión se esparcía como el humo que sale de los tubos de escape de las camioneticas que llenaban el ambiente de la capital de la esencia de la vida... de la vida sucia a la que están sometidos los ciudadanos día a día. Por supuesto, que esta porquería no la cavilaba el pequeño Felipito... "¿Qué coño es este 'maragocho'?".

  -Ok, eres gocho, pero eres maracucho. Explícame, chamo, porque no estoy entendiendo un carrizo. Pareces la asamblea... un despelote - repetía Felipe frases de su madre, una señora opositora rajada.

  -¡Molleja! No sea bruto, primo. Soy gocho porque nací en Rubio, pero vivo en Maracaibo.



  - ¡Ah! Ya entendí, mi pana.

   El carajito era el venezolano de occidente radical. ¿La extrema izquierda? Un 2.0. Una vaina loca que combinaba los Andes con el Zulia... y de paso...

   -¿Y cómo te llamas, bro?

   -Pedro.. pero todo el mundo me dice "guaro".

  ¿La globalización? Ya acá tenemos suficiente cultura como pa andá combinando.

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