lunes, 12 de diciembre de 2011

La Bendita Hornilla, Parte VI. El Retorno de Domegas.

  Era la sexta vez que Carlos dejaba la hornilla de gas de la cocina encendida si estar cocinando siquiera un huevo frito. No había nada que enfureciese más a Emilia que ver el gas escaparse y llenar la casa de ese olor tan característico que es conocido como... olor de gas.

- ¡Carlos Eduardo Rodríguez Millán! ¡Otra vez dejaste la bendita hornilla prendida!

- ¿Otra vez? ¿Cuándo la he dejado encendida, mi amor?

- ¡El coño de tu madre! ¡Esta es la sexta vez! ¡La sexta!

  La primera vez había sido el tercer día que empezaron a vivir juntos. Carlos había hecho una cena majestuosa... Sí, había. 
  La segunda, se disponía a cocinar una pasta y llamaron al teléfono... según él. 
  La tercera vez quemó el cuarto. Se había llevado la cocina al costado de su cama. Le pareció más cómodo... Quizás fue demasiado cómodo.
  Luego, ya a los 3 años de matrimonio, se generó un incendio de tal magnitud que la factura de Domegas fue 2 veces más costosa que la reposición de los daños a la propiedad... Mejor dicho, a las propiedades.
  ¿Y qué pasó la quinta vez? Se enteró de que el muchacho que cobraba el gas era su primo Luis... Era. Que en paz descanse.

- Ya el narrador explicó... ¿Es necesario más, señor "no-tengo-idea-de-cómo-apagar-una-hornilla"?

-¿Qué´narrador, Emilia?

-¡Mira chico! ¿Tú estás pensando que yo me voy a creer esa del "Alzheimer Selectivo"?

  En ese momento, sonó el timbre. Una visita bastante esperada por Emilia.

-¡E-e-el gas! ¡T-t-tienenen derecho a p-p-permanecer ca-calla-llados!... ¡Y p-p-por favor ap-p-paguen la bendita hornilla! - gritó el joven cobrador de Domegas asustado.

  Y así fue como Carlos y Emilia compraron una cocina eléctrica.

No hay comentarios:

Publicar un comentario