-Aló, Josefina -dije apenas noté que el teléfono dejó de repicar-. Mira, amiga, quiero que...
Antes de que pudiese terminar de explicarle a mi querida amiga Josefina, me interrumpió la voz de un portugués.
-No, no, ameiga - replicó el hombre-. Eshta esh la panadería de João. Creo que eshtá equivocada.
-¿Habla João?
-Sim, soy eu meishmo - exclamó bastante animado-, ¿intereshada en el shervicio du caneilla delivery?
"¿Canilla delivery?", me pregunté mentalmente mientras pensaba qué rayos hacía yo hablando con este... este... uish, ¡maloliente!
-No, no, no - negué tres veces como Pedro-. Muchas gracias.
Y colgué. Qué loco eso, ¿no? Yo solo quería hablar con Josefina, y aparece João "Du Gouveia" a ofrecerme la canilla... Es que se perdió el respeto, vale.
A los pocos minutos sonó el teléfono. Debía ser Josefina. Yo sé que su sexto sentido y su intuición femenina la debieron hacer entender que yo estaba intentando comunicarme con ella. Atendí el aparato y dije con mucho cariño:
-Aló, Josefina. ¿Cómo estás, chica? Yo sabía que me ibas a llamar. Es que tú y yo estamos conec...
-No, panadería de João - escuché del altavoz-. Para confirmar el pedido de la caneilla delivery.
-¿Qué canilla delivery, vale? -grité.
-¿Ushted no acaba de llamar, poish?
-¡Jódase, portugués! -exclamé con ira.
Y colgué. Es que de verdad, parece de Herbalife el João ese.
Y sonó el bendito teléfono otra vez.
-¡QUE NO! ¡NO QUIERO NINGUNA CANILLA!
-Camila, pero si es Josef... - apenas logré escuchar y tranqué.
¡Ya! No tenía paciencia para hablar con nadie. Ni siquiera con Josefina.
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