Querido yo;
Te escribo porque sé que no consigues qué decirte para sonreír otra vez... Porque andas desanimado como un pendejo y no me parece.
Te escribo viéndome el dedo meñique y pensando que es una herida de guerra infectada, pero eso no es lo que quiero que leas.
Te escribo porque sé que hay pequeñas cosas que te harán sonreír otra vez... Esas pequeñas cosas que ves cada día y amas, pero no tienes idea de cuánto.
Te escribo por el mismo amor, tu eterna inspiración para vivir... de hecho esta mañana soñaste con “tu Noelia” y no querías despertarte.... Las personas que amas, que te hacen feliz y hacen que cada día tenga una inesperada alegría escondida entre sus horas, un abrazo entre sus minutos y una palabra entre sus segundos.
Te escribo por la libertad, alejada de derechas e izquierdas... la “Beatriz” de este “Dante”, la “Julieta” de este “Romeo”... Libres hasta la muerte ¿Libres de verdad? “Somos esclavos de nuestra propia libertad”, bueno, creo que eres libre de escoger tus grilletes.
Te escribo por tu ambición y tu egoísmo, tus fuerzas naturales. Las ganas de llegar a donde te dé la gana... si es que te da la gana. El poder de tu ego ¿quién dijo esa mariquera de que el egoísmo es vil? El altruismo es la más bella demostración de egoísmo... Hasta a Dios le gusta que le demos gracias por salvarnos de nuestros pecados. El egoísmo es tu luz... El egocentrismo ya es otro asunto. Si te estás escribiendo a ti mismo, debes estar claro de que te amas... Que jode.
Te escribo porque me dio la gana de escribirte, porque quiero que recuerdes que con esas pequeñas (algunas medianas) cosas te basta, porque la “autoayuda” de Paulo Coelho lo “autoayuda” a él y no a ti... Porque te pongas a escuchar canciones de Burt Bacharach, de Dean Martin o de Louis Armstrong.
Te escribo, pero me basta con que me respondas con una sonrisa.
Te quiere, tú mismo.
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