domingo, 14 de julio de 2013

La Sombra de Nikolai

No sabía cómo demonios se tenía que sentir al respecto. Sabía que el silencio podía ser un grito ensordecedor, pero no imaginó que este sería tan prolongado.

Nikolai dijo un par de palabras y todo se nubló, la noche se volvió más negra y el cuarto menguante pareció pasar de un salto a ser luna nueva. El lado oscuro de la luna no se podía distinguir del resto del cielo. Era la absoluta sombra, un mundo tenebroso y sin estrellas. Parecía como si Nikolai hubiese ordenado a todos los astros que desaparecieran del universo con esas pocas palabras ácidas que desintegraron el poco selenio que quedaba en el espacio.

Nikolai tiene esa costumbre de sonreír, pase lo que pase; de hacerse el idiota ante sus problemas; de vivir hoy sin creer en su propio mañana; de pensar que "la ilusión es la primera causa de la desilusión", pero ser totalmente incapaz de negarse a sus sueños... Nikolai tiene esa costumbre de herir sin querer, cuando busca querer sin herir. Nikolai es un idiota que está consciente de su idiotez, pero no hace nada... Qué idiota.

Allí, en esas tinieblas, un solo rayo de luz se postraba ante los pies de Nikolai, y en esa alfombra brillante se proyectaba su sombra. Observándola con mucha atención veía cómo su color se tornaba rojo poco a poco, como si se desangrara lentamente.


Le pareció preocupante y miró su piel para revisar si se trataba de alguna especie de irritación extraña que estuviese ocasionando su modificación cromática. No tenía sentido. Su piel no estaba hecha de celofán, pero así se sentía y así lo mostraba la luz en su sombra. En ese momento, un cuchillo pudo haberle siquiera rozado y y hubiese sentido como ese mismo rojo que adornaba la proyección de su piel se le escapaba de cada una de sus venas, de cada una de sus arterías, por cada uno de sus poros...

Sus ojos se volvieron dos rubíes y vio una forma en la sombra... Una forma que no era la suya, sino la de un asesino que cargaba un puñal. Atravesó su pecho y derramó todo ese rojo que le surgía del corazón.

—¡Nikolai!— escuchó gritar a una voz que le resultaba muy dulce.

Una vez más Nikolai se había perdido entre los frondosos versos de su mente y los extensos e inciertos pasillos de los castillos que dibuja en el aire, producto de sus innumerables daydreams... 

... Con aquel sonido que decía su nombre, de una manera tan preciosa que acaramelaba sus pensamientos, sonrió estúpidamente, pero lamentablemente no sin preguntarse si esa voz era la misma voz de su sombra.

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