Es de tarde y las ventanas se van apoderando de la luz del sol que se esconde en el poniente. Las sombras comienzan a arrastrarse por todas las esquinas, a subir escaleras, a bailar con los lobos y a callar a los pájaros, para que solo el aterrador silencio exista en ese fenómeno al que llaman la noche.
Luego de que la luna llena se sienta en su trono sobre la oscuridad, las sombras se dispersan y la danza de los lobos se hermana con la soledad. Susurros nocturnos se mezclan con los pensamientos. La única voz que se escucha es un grito inaudible que viene desde el núcleo de la almohada. El insomnio se vuelve tan familiar como indeseable.
Y justo cuando se callan los susurros y el grito deja de joder, el sol se lleva todas las luces de las ventanas y la mañana regresa para vernos cerrar los ojos a quienes convivimos todas las noches con los lobos.
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