El amor, como un estúpido parásito, se apodera de nuestra conciencia. Cuesta mucho establecer prioridades... Lo necesario, lo deseado, lo debido. Todo sucumbe ante las fauces del voraz amor. Una rosa llena de espinas. Espinas que se clavan y no sueltan, aferrándose a los designios del corazón. Así es el amor... El amor que llevó a Gurov a tomar una decisión. Una decisión de la que se querrá arrepentir.
Gurov y Ana habían arreglado el dichoso plan. Huir no era una opción razonable... Los problemas siempre persiguen a sus propietarios. La única solución es la solución.
- ¿Estás seguro de esto, Dmitri? - le preguntó Ana confundida.
El silencio de Gurov preocupó a Ana. No quería precipitarse... era un riesgo demasiado grande.
¿Y los hijos de Gurov? ¿Qué sería de ellos? Las dudas no abandonaban la mente de Dmitri, pero la mente era solo un pedazo de materia gris inmóvil ante la rapidez con la que latían las elecciones.
El tren los esperaba... Ucrania sería el nuevo hogar de los fugitivos Gurov y Ana. Huir nunca fue razonable... pero ¿acaso la razón ha gobernado sobre la voluntad del amor?
Las blancas colinas de Kiev son ahora el nevado lecho de los enamorados. Habiendo abandonado todo lo que tenían en Rusia, el invierno eterno se encargó de abrazar las vidas románticas de dos idiotas.... Dos idiotas sin arrepentimientos. Y nevó y nevó...
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