Hasta los árboles notan como el tiempo pasa y deja cosas atrás. Ellos mismos son los primeros en darse cuenta de los hechos y se encargan de avisar a los demás.
—Otro verano que se fue.
—Así es, otro otoño que llega a desnudar nuestras ramas, que bañará con el blanco de la luna, helado y convertido en esa masa que acaba por ser implacable.
—Supongo que te refieres a la nieve, Cedro.
—No, hablaba de el blanco de la luna, helado y convert...
—Sí, la nieve — dijo Roble interrumpiendo.
Pero, lo que más me encanta del cambio es esa imprecisión en las predicciones que ocurre por las mismas modificaciones que aún no hemos podido, y tardaremos en explicar del transcurso del tiempo.
La noche hace que todo se esconda de nuestra capacidad visual en la penumbra, pero cada vez que la luna llena baña el cielo con su luz, sé que su lado oscuro está en el medio de tus ojos, en el centro de ese círculo de chocolate que resulta un magnífico postre para la visión. Son tus ojos de cacao los que hacen que en realidad no me pueda concentrar, los que hacen que me pierda en la pintura del cosmos que retrata tu rostro. Si no fuera por la luna creciente que aparece entre tus labios cuando sonríes, viviría atrapado con Pink Floyd en el “Dark Side of the Moon”. Qué dilema genera tu cara. Una belleza que me hace cuestionar cuál es el punto más llamativo de la estética astronómica de las metáforas artísticas de la naturaleza de tu existencia… Un dilema que me hace cuestionar si lo anterior en realidad tuvo sentido, pero creo que no me importa.
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