Luego de la muerte de su padre; Will, príncipe de los tigres, heredó el poder que pertenece a la dinastía de la familia Sorakagi. Se convirtió en el ángel de fuego. Un ángel con sangre de bestia, con el alma salvaje, con los ojos amarillos como el sol sobre la sabana y con llamas que arden con furia sobre su rayado lomo de felino.
Ahora es el tigre con alas de fuego, una leyenda viviente. Una bestia quimérica que surca los cielos y flamante los enciende con la fuerza de las estrellas que vibran en la noche despejada. La katana que lleva en sus manos tiene en los extremos de su empuñadura pequeños detalles con la forma de las cabezas de un dragón y un tigre... espíritus del fuego eterno.
Con un estruendoso rugido, semejante al sonido de los truenos, clama a los cuatro vientos que sus majestuosas alas sean admiradas. Arrodillándose frente a él, los otros once ángeles observan temerosos el frenesí del rey de las bestias, el amo y maestro de los felinos, que aunque no es león, tiene una melena; una melena de dreadlocks.
— Normalmente los kemonos se tornan tan agresivos al llegar a esta fase que resulta más fácil matarlos que intentar detenerlos por otros medios— murmuró a los demás, el ángel del espacio.
— No hará falta matar —respondía el enorme tigre alado—... o por lo menos no matarme a mí.
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