lunes, 20 de febrero de 2012

La Flor de Loto


  La luz del sol se apaga lentamente junto al Fuji y las hojas del cerezo caen sobre tu cabello y se enredan entre tus rizos negros. El olor de las flores de loto y el color del cielo, rosado, como una maravillosa pintura de Hokusai, son el fondo más apropiado para enmarcar tu belleza; eterna, como la montaña que nos acompaña en este hermoso atardecer.

La última vez que vinimos a Japón te dije queriendo hacerme el interesante—, te dije que sería aquí donde sucedería, porque el mismo cielo suplica que la flor de loto abra sus pétalos y sonría, demostrando su preciosura incondicionalmente, así sea al sapo que se enamoró de ella.



   A veces uno intentando hacer poesía dice unas estupideces, pero todas las estupideces que te he dicho, te digo y te diré quedan bajo tu interpretación. Nunca acepto correcciones, pero si son tuyas… haré lo posible para aceptarlas.

   Siempre me ha parecido una bellísima idea hacer esto así. Atardeciendo, con cerezos, lotos, pero sobre todo contigo, la más hermosa de todas las flores, la única que huele a amor, la única que tiene el color que Billy Ocean no supo identificar, pero que sin duda supo que estaba en ‘ti’, la única flor de la que me he “enraizado”.

La principal razón por la que vine fue a escucharlo decía una de mis amigas . Siempre tiene una forma tan particular de contar las cosas.

Si alguien se opone, que hable ahora o calle para siempre.

Tranquilo, ya me he ocupado de eso de la “oposición”. dije sabiendo que ésta  no sería la típica escena donde alguien llega e interrumpe.

   Y sí, interrumpió alguien.

Deténganse dijo la misma amiga de hace unos minutos.

¿Qué pasó? pregunté sobresaltado.

Se me cayeron los lentes y no los consigo decía . No me quiero perder nada, vale.

    Luego de esa pequeña interrupción, hizo la pregunta que llevaba esperando tanto tiempo para responder, al principio pensé en hacer una larga pausa para causar suspenso en el público, pero, como un impulso, el “acepto” salió como si mi corazón patease el trasero de mi cerebro, si es que mi cerebro tiene trasero. Eso explicaría las malas ideas.

   La luz del sol ya se apagó junto al Fuji y las hojas del cerezo están enredadas entre tus rizos negros. El olor de las flores de loto y el color del cielo, azul oscuro, aún como una maravillosa pintura de Hokusai, siguen siendo un fondo apropiado para enmarcar tu belleza; eterna, como la montaña que nos acompaña en esta hermosa noche y nos besamos, atando nuestras vidas a una cuerda de la que jamás nos vamos a querer soltar, que nunca nos ahorcará, una cuerda que amarra a la flor de loto y al sapo. “Acepto, diez mil veces, acepto”.

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