♪Pronto llegará el día de mi suerte, sé que antes de mi muerte, seguro que mi suerte cambiará♪
Las voces del autobús se convierten en mis oídos en la incertidumbre, la violencia, la miseria, el riesgo, la policía. Razones me sobran para dudar de mi entorno, me siento como Andrés Barazarte, pero sin lo gocho y sin la maleta, en realidad solo nos parecemos en lo de criminales, criminales incidentales.
No sé por que no fui con Luis a la plaza aquel día en que una fuerza superior se apoderó de mí. No soy realmente el hombre más suertudo del mundo, en la búsqueda del final del arcoiris, yo soy el pendejo que se cree que hay oro. Cuando pedí una pata de conejo, me dieron gato por liebre y cuando creí haberme topado con el trébol de cuatro hojas, caí en las fauces de la vil droga.
Sí, soy un drogadicto, pero no me llamen así, no me gusta, es... muy despectivo, díganme bohemio. Voy en camino a la casa de mi proveedor, lo llamamos "el master", tiene una pinta de Salvador Dalí, pero combinado con Gustavo Cerati, no sé si lo entiendan, es bien raro.
- Al llegar a donde "el master" hay que decir la clave - me decía Jaime, un amigo que sabe de esto - la clave es, y recuérdala bien: "Alguien voló sobre el nido del cuco". - A mi mente llegó la imagen de Jack Nicholson en esa película del mismo nombre.
En fin, al llegar a donde "el master" canté la clave, pero no apareció Dalí con Cerati, sino Morgan Freeman con un pistolón. No se trataba ya de la droga que era mi vida, sino de mi vida, que era la droga. Un policía que era frecuentemente chantajeado por "el master" simplemente llegó ese día con ganas de matar.
♪Pronto llegará el día de mi suerte, sé que antes de mi muerte, seguro que mi suerte cambiará♪, pero realmente no cambió.
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