Mi familia no es exactamente la familia más rica del este de Londres, de hecho, ni siquiera vivimos en el este de Londres, vivimos en Barcelona... Barcelona, estado Anzoátegui. Desde la misteriosa desaparición del abuelo, hemos estado buscando señales de la herencia.
El abuelo se llama Richard, Richard Rodríguez, pero yo lo llamaba Blancanieves, porque tenía 7 nietos, aunque de blanco no tenía nada. - Quizás, yo sería Dormilón. - Bueno, el caso es que el abuelo se perdió, y no sabemos dónde está, y a mis primos y hermanos solo les interesa la estúpida herencia.
Mi hermano Tomás. - Gruñón, tal vez. - Decía que la herencia seguro era "un estúpido pedazo de papel con una estúpida reflexión". Luis, hijo de mi tía Francisca. - Tontín, digan lo que digan. - No sabía qué era una herencia. Benito, el hermano de Luis. - Sin lugar a dudas es Doc. - El más inteligente de todos, consideraba que el abuelo "tan solo planteaba una ausencia metafísica, para dejarles una enseñanza acerca del egoísmo", aún con todo ese discurso, como buen político las palabras le quedaban grandes. Carlos, mi hermano mayor. - El enano con pulmonía. - Realmente tenía un problema, Carlos fumaba más que jeque árabe. Él decía que el abuelo dejó Caporal y Habanos.... Iluso.
Los otros dos realmente no cumplirían con el esquema tradicional de los 7 enanos, Enrique - El enano obsesivo. - y Felipe - El enano... Enano. - Ambos hijos de mi tío José Luis. Enrique no podía soportar la ausencia del abuelo, consideraba que si el abuelo no estaba, simplemente el Feng Shui se arruinaba y la vida no podía seguir teniendo sentido, si es que alguna vez lo tuvo. Y Felipe, pues... ¡Bah!
El que no estaba buscando la herencia fue quien finalmente la consiguió... Encontré al abuelo en el bosque, muerto, irónicamente junto a una manzana, la manzana de la discordia. Y fue Felipe quien de verdad comprendió que la mejor herencia que nos pudo dejar el abuelo fue... Nada. Nada de nada. Nada, excepto una manzana.
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